Ruta por el Río Franco 

P


or la esquina sureste de la comarca del Cerrato palentino se abre paso, entre 
los desabrigados y desforestados páramos calcáreos una, pequeña corriente
de agua: el Río Franco. 
	Se trata de uno de los ríos más autóctonos del Cerrato castellano, ya que nace y 
muere dentro de su espacio geográfico. El río Franco debe el origen de su nombre a que 
gran parte del Cerrato castellano, fue repoblado en el siglo X, por "francos" (franceses), 
junto con mozárabes, asturianos y cántabros. Otros, aseguran que el río toma al nombre 
del modelo de jurisdición que lo administraba, ya que pudo ser territorio "franco", libre 
en época bajo medieval.
	Sea como fuese, el río Franco, en su corto recorrido -poco más de veinte 
kilómetros juega a ser  unas veces palentino y otras veces burgalés. Hasta en su 
nacimiento persiste en esta actitud, surgiendo a la luz en dos "tojos" uno de los cuales
se sitúa en el término de Espinosa de Cerrato-Campanario (Palencia) y el otro, en el
de Villafruela (Burgos). Sus limpias y cristalinas aguas han originado numerosas zonas
encharcadas y palustres, donde han surgido numerosos depósitos de turba (turberas
fósiles), que provocaron enfrentamientos entre quienes proponían su explotación y los
que abogaban por su defensa y preservación. Hoy, en nada han cambiado las cosas, y sus
diáfanas aguas siguen corriendo su curso histórico; en el cual hasta hace escasos años,
todavía se pescaban buenas truchas y hasta anguilas, así como excelentes cangrejos de
río. Visto de cerca, bien se diría que el río Franco es un río de montaña, ya que en
algunas partes de su recorrido, sus paisajes a ellas quieren parecerse.
Ruta del Río Franco
      A escasa distancia de su 
nacimiento, el río Franco ya da
vida a una antigua población:
Espinosa de Cerrato, que en el
siglo XII, posiblemente más
acertadamente que ahora ya se
denominaba "Espinosa de Río
Franco".
Hoy, su curso hidrológico 
"lame" los pies de su casco 
urbano, que se descuelga por 
la ladera de un "cotarro", al 
que horadan infinidad de
bodegas-cueva, lo que nos hace pensar en un pueblo troglodita buen aficionado a la
crianza de vinos. La posición empinada de sus calles, hacen de él uno de los lugares
más pintorescos y atractivos del Cerrato palentino. Pindias son todas sus rúas, que
ascienden retorciéndose hasta su antigua iglesia de San Martín, la cual en origen fue
gótica del siglo XIII, y mejor se apreciaría todo ello si se tuviese abierta una vieja
cancela situada en su muro norte y retirados todos los antiguos bancos de la iglesia,
apilados sobre ella, que hoy nos impiden admirar su primitiva portada. 
	A parte de los cultivos tradicionales de cereal, dentro de su territorio, nos
llamarán la atención otros de "lavanda" (espliego), que se "cosecha" y se vende
"para afuera", confecionándose con ello esencias base para perfumería.
En contraposición olorosa, por todo el término abundan las granjas de ganado
porcino, que ponen otro "perfume" en el ambiente. ¡ Pero de algo se ha de vivir !.
	El río Franco abandona el acogedor rincón de Espinosa de Cerrato, 
despidiéndose de su ermita de la Virgen del Sauce. Unos metros más adelante, 
y el río volverá hacerse burgalés. Royuela de Río Franco se le pondrá en el 
camino. Su vega la veremos repoblada de chopos, álamos y salgueras, entre los cuales
 localizaremos algunas de las turberas. Tres kilómetros más, y la ya cada vez
más ancha cuenca del río, vuelve a hacerse palentina. Cobos de Cerrato es
la villa cerrateña que sale al encuentro. Durante la Edad Media, a Cobos se
le nombraba como "Cuevas de Río Franco y Cuevas de Seglares" y de aquel
pasado rupestre todavía pueden verse algunas viviendas excavadas en las
margas yesíferas, con cuya explotación se ganaron la vida sus habitantes.
Río Franco a su paso por Cobos
Río Franco a su paso por Cobos de Cerrato
	Su Iglesia  parroquial está dedicada a San Román; siendo un digno ejemplar 
plateresco fechado en el siglo XVI, apeada contra el roquedal que protege al pueblo
y sobre el cual se instalan sus tradicionales bodegas. El río Franco rodea la villa y la
abandona por fértil vega.	Muy cerca, entraremos en los incomparables parajes  
San Juan de los Castellanos, antiguo despoblado medieval, instalada hoy una granja
y finca con el mismo nombre. En este lugar podremos admirar, regado por todo su 
territorio, uno de los mejores "enebrales" autóctonos de Castilla y León; poblado de los
más raros, recios y dignos enebros de incienso (Juniperus thurifera), algunos de los
cuales llegan a alcanzar los quince metros de altura; conformados por copas persistentes 
y oscuras, capaces de soportar las condiciones climáticas más extremas. Todo un bosque
relíctico, recuerdo de lo que fue la vegetación autóctona de la zona.
	Cuentan las antiguas leyendas que los ataudes de los abades de los monasterios
 medievales se construían con esta madera, lo que facilitaba que los cuerpos permane-
ciesen incorruptos por siglos, a la vez que perfumaban con sus esencias naturales las 
lóbregas criptas monacales.
	Cinco kilómetros más abajo de estos naturales y ecológicos parajes, el río Franco
desagua en el río Arlanza del que es tributario; haciéndolo frente por frente a Pinilla
de Arlanza. Los bosques de galería de ambas riberas se entremezclan con viejos
pinares, siendo muy probable que sobre sus aguas nos encontremos con alguna bandada
de ánsares o espantemos alguna garza real

 

 


	Este texto ha sido tomado de EL DIARIO PALENTINO, de la sección:
	REPORTAJE EN DOMINGO, del día 7 de Marzo de 1999, escrito por Gonzalo Alcalde Crespo.
	Gracias a Marisa por facilitármelo.

 

	Sea como fuere se le olvidó a este señor hablar de la única ermita que
está dedicada al río : la ermita de Nuestra Señora de Río Franco,  que
situada sobre una ladera  preside el paso del río por Cobos de Cerrato.
Ermita de Río Franco
Ermita de Río Franco
Virgen de Río Franco
 
Virgen de Río Franco

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